H. Rider Haggard

Sir Henry Rider Haggard (1856-1925) fue un escritor victoriano de novelas de aventuras. Es conocido por ser el autor de Las Minas del Rey Salomón, Ella y otros libros, generalmente protagonizados por exploradores ingleses que viajan por África, aunque también Asía y América del Sur.
En su educación, podemos destacar el estudio de los clásicos y su habilidad para escribir versos latinos a la manera de Virgilio y Horacio.
Haggard trabajó como funcionario del gobierno colonial británico en Natal, entre los años 1875 y 1880; participó en las guerras de los Bóers y conoció muchos pueblos autóctonos, especialmente los zulúes; pero no se limitó a un estudio antropológico, sino que ahondó en sus ritos, su magia, convivió con sus hechiceros y chamanes, convencido de la existencia de un Mundo Invisible, sobrenatural. Los zulús le dieron el nombre de «Indanda», lo cual quiere decir que es alto y de naturaleza agradable.
Posteriormente estudió derecho en Inglaterra, pero no tuvo mucho éxito en dicha actividad, dedicándose más tarde por entero a la escritura. Fue nombrado caballero en 1912. En su biografía comenta cómo le interesaron los temas de espiritismo, reforzando su visión mágica de la vida, aunque nunca dejó de ser un ferviente católico.
Sus novelas más famosas son las pertenecientes a los dos personajes más conocidos de este autor: Allan Quatermain y Ella. Allan Quatermain es considerado como la personificación del «cazador blanco», y protagoniza Las Minas del Rey Salomón (1885), La Venganza de Maiwa (1887), Allan y los Dioses de Hielo (1927), y Allan Quatermain (1887). Ayesha o Ella, es una mujer inmortal que vive durante siglos en África siendo adorada como diosa por los nativos, hasta que la encuentran los exploradores europeos. Sobre ella tratan Ella (1887), Ayesha, el Retorno de Ella (1905) e Hija de la Sabiduría (1923), donde se cuenta su origen en el antiguo Egipto. Además, en la novela Allan y Ella (1921) reúne a ambos personajes.
Otras novelas que escribió fueron Cleopatra (1889), Eric Brighteyes (1891), Red Eve (1911) o Los Reyes Fantasma, obra en la que, según comenta José Miguel Pallarés:
El lector hallará al final de la novela influencias manifiestas de la teosofía de Blavatsky, presentes en la obra de otros escritores como Conan Doyle, pero, por encima de todo, mundos perdidos, presciencia y los eternos temas de la longevidad, el peso del sino y el poder sobrenatural.
Entre las muchas facetas de su vida, podemos destacar su amistad con Kipling. No sólo se leían y criticaban mutuamente las obras, sino que hasta llegaban a escribir juntos los borradores o «escaletas». Haggard tenía un gran despacho en su mansión de Ditchingham, repleto de objetos traídos de todos los lugares del mundo. En su mesa de trabajo, de grandes dimensiones, se colocaban uno frente a otro, trabajando en sus historias. Por poner un ejemplo, en la obra Allan y los Dioses del Hielo, Kipling aportó varias ideas para desarrollar la trama e incluso el nombre de algún personaje.
Haggard tenía un temperamento filosófico y reflexionaba largamente sobre los misterios de la vida. En The Days Of My Life, comenta: «Hay una divinidad que forja nuestros destinos. ¿Escribía Shakespeare llevado por la inspiración o era él el que escribía de verdad?». En esta autobiografía alaba a los eremitas y monjes retirados de la vida social, ya sean egipcios, tibetanos o cristianos, con los que se sentía identificado.
Al final de sus días le preocupaba si su obra iba a pervivir. Dice en el mismo libro, en la Introducción:
La pregunta presente es: ¿Qué oportunidad tengo yo de ser recordado? Sólo puedo esperar que una cierta cantidad de mis libros puedan ser confirmados por su calidad?
En Sudáfrica, entre otras muchas anécdotas, le ocurrió que, estando en Pretoria, una anciana mujer hotentote se presentó ante él horrorizada por unas matanzas ocurridas en las tierras zulúes. Era imposible saber lo que estaba ocurriendo a tantos kilómetros de distancia, pero veinte horas después llegó un hombre a caballo confirmando la noticia; la anciana hotentote, en cambió, lo había sabido en el mismo momento que sucedían los hechos.
Fue muy amigo de W. Butler, jefe del departamento de arqueología del Museo Británico y escritor de muchas obras sobre tradiciones y magia egipcia, incluyendo libros sobre jeroglíficos y una traducción de El Libro de los Muertos. Tenía la costumbre de dejarle sus novelas para que las criticase y para que viera si la parte histórica era correcta.
Podríamos contar muchas más anécdotas y dar más datos biográficos de este estupendo autor, interesado en la magia y el ocultismo, que ha pasado a la posteridad más por sus novelas de aventuras que por las más esotéricas, aunque en todas sus novelas se percibe un profundo conocimiento de las enseñanzas teosóficas y espiritistas.